Miles de refugiados palestinos desarmados marcharon por las fronteras de Israel desde Cisjordania, Gaza, Líbano, Siria, Jordania y Egipto. 15 murieron por disparos israelíes y miles de palestinos resultaron heridos en Cisjordania y Gaza.
Israel calculó mal. Creyó que mantendría bajo control el día de la Nakba (catástrofe), conmemorada con tres jornadas de movilizaciones que culminaron con La Gran Marcha, en recuerdo del desplazamiento masivo de palestinos que 63 años atrás marcó el nacimiento del Estado judío.
Esos tres días de duelo, señalados por protestas, manifestaciones, marchas y disturbios, culminaron el domingo en La Gran Marcha. Miles de refugiados palestinos desarmados marcharon por las fronteras de Israel desde Cisjordania, Gaza, Líbano, Siria, Jordania y Egipto.
En Siria, decenas se las arreglaron para escalar el muro fronterizo y cruzar hacia las alturas del Golán, anexadas por Israel. El ejército israelí mató a tiros a unos 14 manifestantes de Líbano y Siria, acusando a las fuerzas libanesas de ser responsables de las muertes de sus propios compatriotas.
Estos cruces de fronteras tomaron por sorpresa a funcionarios de inteligencia y de seguridad de Israel. Esperando manifestaciones masivas dentro de los territorios ocupados y de Israel mismo, miles de policías antidisturbios fueron puestos en alerta extrema en áreas donde preveían enfrentamientos. Pocos soldados se encargaron de las fronteras norteñas.
Las fuerzas de seguridad de Egipto y Jordania impidieron que cientos de simpatizantes propalestinos cruzaran hacia Israel. La policía egipcia utilizó métodos de dispersión contra miles de manifestantes que, en Alejandría y El Cairo, protestaban fuera de la embajada y el consulado de Israel.
Mientras, miles de palestinos resultaron heridos en Cisjordania y Gaza. Efectivos israelíes apuntaron sus metralletas contra cientos de palestinos desarmados, muchos de ellos mujeres y niños, al acercarse al cruce de Erez, en el norte de la franja de Gaza.
Los enfrentamientos de Qalandia, que continuaron hasta la noche, estuvieron marcados por implacables oleadas de hombres jóvenes que se acercaron al puesto de control hasta que el gas y las balas de goma los hicieron retroceder. La atmósfera desafiante se caracterizó por lo que parece ser una nueva unidad de propósito.
Mientras observaba los enfrentamientos, Yazen, dueño de un comercio de parabrisas, declaró que “otro levantamiento palestino (Intifada) está en camino”.
En la primera Intifada, Yazen pasó seis años en una prisión israelí. Su hermano cumple actualmente una condena de 17 años por resistencia militar a la ocupación.
Activistas de los dos principales partidos palestinos, Fatah y Hamás (acrónimo árabe del Movimiento de Resistencia Islámica) se mantuvieron firmes mientras autobuses cargados de palestinos de otras ciudades y poblados de Cisjordania se unían a ellos.
Los comercios ubicados a lo largo de la calle se convirtieron en improvisadas clínicas, mientras equipos de médicos palestinos trataban a los heridos en el piso. Los comerciantes, que decidieron no trabajar ese día, permitieron a los manifestantes refugiarse de las balas y del gas y les dieron agua y pañuelos.
Trabajadoras en el hogar salieron a repartir papas y cebollas picadas, antídotos contra el gas lacrimógeno, mientras los manifestantes iban en ayuda de sus camaradas heridos.
La inteligencia israelí había pronosticado que el domingo habría disturbios, pero de modo confidencial señaló que serían limitados y que no se saldrían de control.
Sin embargo, parece haberse equivocado. Los expertos predicen el posible estallido de una tercera Intifada (la primera fue en 1987 y la segunda en 2000) para septiembre, cuando la Autoridad Nacional Palestina presente su reclamo de un Estado independiente ante la Organización de las Naciones Unidas.
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