Los mapuche vuelven a organizarse contra una agresión a sus fuentes de ingreso pero también a lo que les es consustancial en su cosmovisión, la Madre Tierra. Mientras, los Pehuenche se ven afectados, no solo en sus viviendas, en sus tierras, si no tambien porque no ven otra via que el suicidio y la violencia.
Ahora se trata de una fábrica de celulosa en el sur del país la que, para aumentar sus beneficios, va a instalar una cañería para los residuos que contaminaría su principal fuente de sustento: el mar.
Desde la Región de Los Rios, en el sur de Chile, esta comunidad mapuche ha comenzado desde los últimos 10 años a rearticularse y rescatar su cultura, como el gran bastión de su lucha contra el winka, el nuevo colonizador que cambió la bandera de España por la chilena. Ahí, en medio de araucarias y animales, la gente de la tierra, como bien describe el significado de su nombre, no concibe imaginar otra nueva intervención, en la que el daño al medioambiente y a los recursos naturales será irreversible.
Y es que desde que la empresa de celulosa Arauco, ubicada a unos 40 kilómetros de Mehuín, anunció que instalaría una cañería de 36,9 kilómetros desde sus instalaciones hasta la caleta de pescadores, comenzó una lucha que está lejos de acabar. El mar está expuesto a recibir las descargas, mediante difusores, los residuos de la celulosa, a una profundidad de 18 metros, lo que contaminaría directamente esa zona del Pacífico y sus productos naturales, fuente de trabajo de pescadores artesanales.
El proyecto fue ingresado al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, como una Declaración de Impacto Ambiental (DIA), y pretende aumentar en un 20% la producción de esta planta industrial que descarga en el río Cruces. La Dirección General de Aguas expresó que este proyecto no cumple con la normativa ambiental y que no es posible concluir que no afectará la calidad de las aguas. Por otra parte la Dirección Regional de Vialidad reiteró que no es posible evaluar el proyecto con los antecedentes que ha entregado la empresa.
“Aquí hay dos problemas: uno es con celulosa Arauco y el otro, con los pescadores artesanales, porque nosotros tenemos la doble condición de ser pescadores y además, mapuche. Para nosotros no se trata solo de un asunto de perder nuestro trabajo, sino que también se trata de atentar contra lo más sagrado para nuestra cultura: la Mapu Ñuke (la Madre Tierra)”, dice Javier. Él, junto a su hermana Rosita, ha sido uno de los jóvenes más comprometidos con la defensa del mar, por lo que ha sufrido el acoso y las amenazas de quienes apoyan a la celulosa o de gente pagada especialmente para amedrentarlos. “Para la mayoría de los pescadores artesanales esto es solo un tema de dinero. Si les pagan, ellos toman sus cosas y se van a otra ciudad a trabajar, así de simple. Nosotros no estamos dispuestos a dejar este lugar ni por dinero ni por nada. No es que la tierra sea nuestra. Nosotros somos de la tierra”, afirma con seguridad Javier.
La comunidad mapuche se niega a negociar con la celulosa bajo cualquier circunstancia. Aseguran que el proyecto, aprobado el 24 de febrero de 2010 por la Comisión Regional de Medio Ambiente (Corema), no cuenta con rigurosidad científica en los estudios de impacto ambiental realizados en la caleta. Su escepticismo radica en que los estudios entregados ese año no fueron realizados por científicos ni expertos, ya que la zona se encontraba en conflicto y ninguna persona ajena al lugar logró entrar para realizar las pesquisas correspondientes. Además, Celco ya cuenta con antecedentes de infringir normas ambientales: el año 2004 protagonizó un escándalo tras desaguar sus residuos en el río Cruces, contaminando las aguas y matando a los cisnes de cuello negro que habitaban en el Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter.
Por otro lado, se mantiene la preocupación por la firma del convenio internacional que permitiría a empresas extranjeras y agro industrial locales patentar diversas especies vegetales, cediendo los derechos de estas. Campesinos e indígenas llegaron a La Moneda a solicitar que se detenga esta medida.
Las organizaciones campesinas e indígenas entregaron una carta en el Palacio de La Moneda para exigir a las autoridades de gobierno que se retire y cancele la firma del convenio UPOV-91, por tratarse de un proyecto inconsulto que pone en peligro las actuales formas de producción de alimentos en nuestro país.
Viviana Catrileo, representante de la Asamblea Mapuche de Izquierda informó que con esto se perjudica además la medicina tradicional, al no poder trabajar con semillas que estarían patentadas a nombre de empresas transnacionales.
Un proyecto que, según indicó Oscar Zúñiga, de la Confederación Nacional Sindical Campesina del Agro y Pueblos Originarios Ranquil, sólo responde a los intereses de los grandes empresarios. “Este es el proyecto del capitalismo, el que exige desde el Imperio a todos los países que se privatice el patrimonio genético. Hoy son los vegetales, mañana serán los animales y luego las algas. Esto va amarrado con la liberación de la transgenia, la ley de biodiversidad y otros beneficios para empresas como Monsanto, Pioneer, Syngenta y otras”.
Poco o nada se sabe, y menos se dice, de que en las comunidades Mapuche-Pehuenche, tanto en el Alto Biobío como en el bajo, adonde muchas de ellas han sido relocalizadas por Endesa, la principal causa de muerte serían las lesiones autoinflingidas, es decir el suicidio.
Lejos de vivir una situación idílica en sus nuevas parcelas, más cerca de la supuesta “civilización” y los servicios sociales, los Pehuenche relocalizados por el proyecto hidroeléctrico de Ralco parecen estar viviendo lo contrario: un verdadero infierno. Se está cumpliendo al pie de la letra uno de los elementos del desastre anunciado por aquellos amplios sectores ciudadanos e incluso un puñado de altos funcionarios de gobierno (varios de los cuales resultaron despedidos por sus posturas) que desde principios de los 90s cuestionaron los proyectos hidroeléctricos, alertando que podrían significar un golpe mortal a la biodiversidad de la zona y a la existencia del Pueblo Pehuenche. Lo que es aún más trágico: están muriendo por sus propias manos.
Pero en realidad eso es sólo lo que pereciera a primera vista. Porque si escarbamos en la historia reciente, y más atrás, sin duda los principales responsables de la difícil situación actual por la que atraviesa el pueblo Mapuche-Pehuenche son las empresas eléctricas que han invadido sus tierras (y sus cómplices en el gobierno) que impusieron sus anticuadas megarepresas, desconociendo el espíritu y la letra de las leyes supuestamente creadas para proteger a los pueblos originarios y al medio ambiente. Empresas llamadas Endesa y Colbún (para no dar el nombre de gerentes y otros empleados que se repiten)que insisten hoy en seguir construyendo megarepresas, tanto en el BioBio como en la Patagonia.
Según Claudio Gonzalez, sociólogo, profesor de la Universidad de Concepción y Doctor en Estudios Internacionales de la Universidad de Denver el impacto de la construcción de las represas en la zona ha significado un grave quiebre y uno de los principales motivos, junto al alcoholismo, que estás detrás de la alta tasa de suicidios. “El impacto ha sido descomunal..y les está pasando la cuenta” reflexiona Gonzalez.
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