El sábado 20 de agosto de 2011 a las 20h, o sea cerca del Iftar, momento en que se rompe el ayuno del Ramadán, la OTAN comenzó la «Operación Sirena».
Las sirenas son altoparlantes de las mezquitas que han sido utilizados para llamar a Al-Qaeda a iniciar la revuelta. Células durmientes de los rebeldes han entrado inmediatamente en acción. Se trataba de pequeños grupos muy móviles que han multiplicado los ataques. Los combates nocturnos dejaron 350 muertos y 3 000 heridos.
La situación se estabilizó durante la jornada del domingo.
Un barco de la OTAN atracó en la costa de Trípoli y comenzó a desembarcar armamento pesado y yihadistas miembros de Al-Qaeda, encabezados por oficiales de la alianza atlántica.
Los combates se reanudaron durante la noche y se han hecho particularmente violentos. Los drones y los aviones piloteados de la OTAN lanzan bombas por todas partes. Los helicópteros ametrallan a la gente en las calles para abrir el camino a los yihadistas.
Un convoy de vehículos oficiales que transportaba personalidades de primera línea ha sido atacado al atardecer. Sus miembros se refugiaron en el hotel Rixos, donde se alberga la prensa extranjera. La OTAN no se ha atrevido a bombardearlo para no matar a sus propios periodistas.
A las 23h30, el ministerio de Salud ha confirmado que los hospitales están saturados. Al caer la tarde, ya se contaban 1 300 muertos más y 5 000 heridos.
La misión de la OTAN, aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, era garantizar la protección de los civiles. En realidad, Francia y el Reino Unido acaban de reanudar las masacres coloniales.
01h00: Khamis Kadhafi acaba de traer personalmente armas para la defensa del hotel. Se fue después de entregar las armas. Los combates se han intensificado alrededor del hotel.
Gadafi apenas ha abandonado el edificio (el complejo Bab-al-Aziziyah) y los buitres occidentales ya rondan en lo alto; ha comenzado la rebatiña por apoderarse del “gran premio”: la riqueza libia de petróleo y gas.
Libia es un peón en un tablero de ajedrez ideológico, geopolítico, geo-económico y geoestratégico serio en la misma medida en que una obra de teatro de moralidad pedestre es como un reality show televisivo; los “rebeldes” idealistas ganan contra el Enemigo Público Número Uno. Otrora el enemigo público fue Sadam Hussein, luego fue Osama bin Laden, ahora es Muamar Gadafi, mañana será el presidente Bashar al-Asad en Siria, algún día será el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad. El enemigo no será nunca la ultra-reaccionaria Casa de Saud.
Cómo ganó la guerra la OTAN
A pesar de la espectacular reaparición del hijo de Gadafi, Saif al-Gadafi, virtualmente la OTAN ganado la guerra civil libia (o “actividad militar cinética”, según la Casa Blanca). Las masas del “pueblo libio” fueron espectadoras en el mejor de los casos, o actores secundarios en forma de unos pocos miles de “rebeldes” con kalashnikovs.
El actor principal fue R2P (“responsabilidad de proteger”). Desde el principio R2P, dotada de personal por Francia y Gran Bretaña y respaldada por EE.UU., se convirtió en el cambio de régimen como por arte de magia. Eso llevó a que las estrellas no debidamente reconocidas en esta producción hayan sido “asesores” occidentales y árabes monárquicos, como cuando se habla de “contratistas” o “mercenarios”.
La OTAN comenzó a ganar la guerra al lanzar la Operación Sirena en Iftar el sábado pasado por la noche. “Sirena” fue el nombre de código de una invasión de Trípoli. Fue la última y desesperada estratagema de la OTAN, porque los caóticos “rebeldes” no habían llegado a ninguna parte después de cinco meses de combate contra las fuerzas de Gadafi.
Hasta entonces, el plan A de la OTAN era intentar matar a Gadafi. Lo que los porristas de R2P habían bautizado de “permanente desgaste por la OTAN” terminó por ser una plegaria por tres resultados: Gadafi muerto, Gadafi se rinde, Gadafi huye.
No significa que nada de esto haya impedido que las bombas de la OTAN cayeran sobre casas privadas, universidades, hospitales o incluso cerca del Ministerio de Exteriores. Todo y todos eran objetivos.
“Sirena” incluía un pintoresco reparto de “rebeldes de la OTAN”, fanáticos islamistas, crédulos periodistas empotrados, turbas amigas de la televisión y jóvenes de Cirenaica manipulados por oportunistas desertores del régimen de Gadafi a la espera de generosos cheques de los gigantes petroleros Total y BP.
Con “Sirena”, apareció la OTAN a tiro limpio (literalmente). Helicópteros artillados Apache disparando ininterrumpidamente y cazabombarderos atacando todo. La OTAN supervisó el desembarco de cientos de soldados de Misrata en la costa este de Trípoli, mientras un barco de guerra de la OTAN distribuía armamento pesado.
La OTAN precedió a la “Sirena” con masivos bombardeos de Zawiya (la crucial ciudad refinadora de petróleo a 50 kilómetros al oeste de Trípoli). Eso cortó los suministros de petróleo de Trípoli. Según la propia OTAN, por lo menos la mitad de las fuerzas armadas de Libia resultaron “degradadas” (jerga del Pentágono para muertas o gravemente heridas). Eso significa decenas de miles de muertos. Eso también explica la misteriosa desaparición de los 65.000 soldados a cargo de la defensa de Trípoli. Y también explica en gran parte por qué el régimen de Gadafi, en el poder durante 42 años, se ha derrumbado en unas 24 horas.
La gran “revolución” con base en Bengasi, presentada a Occidente como si fuera un movimiento popular, fue siempre un mito. Solo hace dos meses los “revolucionarios” armados eran apenas 1.000. La solución de la OTAN fue crear un ejército mercenario incluyendo desde ex miembros de escuadrones de la muerte colombianos a reclutadores de Qatar y de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) quienes buscaron a numerosos tunecinos desocupados y gente de tribus descontentas con Trípoli. Todos estos, aparte del escuadrón mercenario de la CIA (salafistas de Bengasi y Derna) y el escuadrón de la Casa de Saud –la banda de la Hermandad Musulmana.
Y luego está el sospechoso reparto de personajes del Consejo Nacional de la Transición (TNC, por sus siglas en inglés) basado en Bengasi.
Sin embargo, creer que la OTAN ganaría la guerra y dejaría que los “rebeldes” controlen el poder es un chiste. Reuters ya ha informado de que una “fuerza de transición” de unos 1.000 soldados de Qatar, los Emiratos y Jordania llegará a Trípoli para actuar como policía. Y el Pentágono ya está propagando que los militares de EE.UU. estarán en el terreno para “ayudar a proteger las armas”. Un toque hermoso que ya implica quién estará realmente a cargo: los neocolonialistas “humanitarios” más sus serviles agentes árabes.
¿Islamismo? ¿Tribalismo? Podrían ser los males menores de Libia en comparación con una nueva fantasilandia abierta al neoliberalismo. Hay pocas dudas de que los nuevos amos occidentales no tratarán de resucitar una versión más amistosa de la corrupta, rapaz, Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) de Iraq, convirtiendo a Libia en un sueño neoliberal de la línea dura de una propiedad total de los recursos libios, una repatriación total de beneficios, corporaciones occidentales con la misma posición legal que las firmas locales, bancos extranjeros que compran los bancos locales, y muy bajos impuestos a la renta y a las corporaciones.
Mientras tanto, la profunda fractura entre el centro (Trípoli) y la periferia por el control de los recursos energéticos se inflamará. BP, Total, Exxon, todos los gigantes petroleros occidentales serán recompensados con gratitud por el consejo de transición, en detrimento de las compañías chinas, rusas o indias. Las tropas de la OTAN en el terreno ayudarán ciertamente a mantener disciplinado y alineado al Consejo.
Los ejecutivos petroleros estiman que se tardará por lo menos un año hasta que la producción de petróleo vuelva a los niveles anteriores a la guerra civil de 1,6 millones de barriles por día, pero dicen que los beneficios anuales del petróleo podrían proveer a los nuevos gobernantes en Trípoli unos 50.000 millones de dólares al año. La mayoría de los cálculos indican reservas de petróleo de 46.400 millones de barriles, un 3% de las reservas mundiales y con un valor de unos 3,9 billones de dólares al precio actual del petróleo. Las reservas de gas conocidas son de unos 5 billones de pies cúbicos.
Por lo tanto R2P termina ganando. El imperialismo humanitario gana. Las monarquías árabes ganan. La OTAN como gendarme global gana. El Pentágono gana. Pero incluso eso no es suficiente para los habituales sospechosos imperiales, que ya llaman a desplegar una “fuerza de estabilización”. Y todo esto mientras los progresistas perdidos en la trama en una variedad de latitudes siguen saludando la Santa Alianza del neocolonialismo occidental, de las monarquías árabes ultra reaccionarias y de salafistas de la línea dura.
Libia es un peón en un tablero de ajedrez ideológico, geopolítico, geo-económico y geoestratégico serio en la misma medida en que una obra de teatro de moralidad pedestre es como un reality show televisivo; los “rebeldes” idealistas ganan contra el Enemigo Público Número Uno. Otrora el enemigo público fue Sadam Hussein, luego fue Osama bin Laden, ahora es Muamar Gadafi, mañana será el presidente Bashar al-Asad en Siria, algún día será el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad. El enemigo no será nunca la ultra-reaccionaria Casa de Saud.
Cómo ganó la guerra la OTAN
A pesar de la espectacular reaparición del hijo de Gadafi, Saif al-Gadafi, virtualmente la OTAN ganado la guerra civil libia (o “actividad militar cinética”, según la Casa Blanca). Las masas del “pueblo libio” fueron espectadoras en el mejor de los casos, o actores secundarios en forma de unos pocos miles de “rebeldes” con kalashnikovs.
El actor principal fue R2P (“responsabilidad de proteger”). Desde el principio R2P, dotada de personal por Francia y Gran Bretaña y respaldada por EE.UU., se convirtió en el cambio de régimen como por arte de magia. Eso llevó a que las estrellas no debidamente reconocidas en esta producción hayan sido “asesores” occidentales y árabes monárquicos, como cuando se habla de “contratistas” o “mercenarios”.
La OTAN comenzó a ganar la guerra al lanzar la Operación Sirena en Iftar el sábado pasado por la noche. “Sirena” fue el nombre de código de una invasión de Trípoli. Fue la última y desesperada estratagema de la OTAN, porque los caóticos “rebeldes” no habían llegado a ninguna parte después de cinco meses de combate contra las fuerzas de Gadafi.
Hasta entonces, el plan A de la OTAN era intentar matar a Gadafi. Lo que los porristas de R2P habían bautizado de “permanente desgaste por la OTAN” terminó por ser una plegaria por tres resultados: Gadafi muerto, Gadafi se rinde, Gadafi huye.
No significa que nada de esto haya impedido que las bombas de la OTAN cayeran sobre casas privadas, universidades, hospitales o incluso cerca del Ministerio de Exteriores. Todo y todos eran objetivos.
“Sirena” incluía un pintoresco reparto de “rebeldes de la OTAN”, fanáticos islamistas, crédulos periodistas empotrados, turbas amigas de la televisión y jóvenes de Cirenaica manipulados por oportunistas desertores del régimen de Gadafi a la espera de generosos cheques de los gigantes petroleros Total y BP.
Con “Sirena”, apareció la OTAN a tiro limpio (literalmente). Helicópteros artillados Apache disparando ininterrumpidamente y cazabombarderos atacando todo. La OTAN supervisó el desembarco de cientos de soldados de Misrata en la costa este de Trípoli, mientras un barco de guerra de la OTAN distribuía armamento pesado.
La OTAN precedió a la “Sirena” con masivos bombardeos de Zawiya (la crucial ciudad refinadora de petróleo a 50 kilómetros al oeste de Trípoli). Eso cortó los suministros de petróleo de Trípoli. Según la propia OTAN, por lo menos la mitad de las fuerzas armadas de Libia resultaron “degradadas” (jerga del Pentágono para muertas o gravemente heridas). Eso significa decenas de miles de muertos. Eso también explica la misteriosa desaparición de los 65.000 soldados a cargo de la defensa de Trípoli. Y también explica en gran parte por qué el régimen de Gadafi, en el poder durante 42 años, se ha derrumbado en unas 24 horas.
La gran “revolución” con base en Bengasi, presentada a Occidente como si fuera un movimiento popular, fue siempre un mito. Solo hace dos meses los “revolucionarios” armados eran apenas 1.000. La solución de la OTAN fue crear un ejército mercenario incluyendo desde ex miembros de escuadrones de la muerte colombianos a reclutadores de Qatar y de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) quienes buscaron a numerosos tunecinos desocupados y gente de tribus descontentas con Trípoli. Todos estos, aparte del escuadrón mercenario de la CIA (salafistas de Bengasi y Derna) y el escuadrón de la Casa de Saud –la banda de la Hermandad Musulmana.
Y luego está el sospechoso reparto de personajes del Consejo Nacional de la Transición (TNC, por sus siglas en inglés) basado en Bengasi.
Sin embargo, creer que la OTAN ganaría la guerra y dejaría que los “rebeldes” controlen el poder es un chiste. Reuters ya ha informado de que una “fuerza de transición” de unos 1.000 soldados de Qatar, los Emiratos y Jordania llegará a Trípoli para actuar como policía. Y el Pentágono ya está propagando que los militares de EE.UU. estarán en el terreno para “ayudar a proteger las armas”. Un toque hermoso que ya implica quién estará realmente a cargo: los neocolonialistas “humanitarios” más sus serviles agentes árabes.
¿Islamismo? ¿Tribalismo? Podrían ser los males menores de Libia en comparación con una nueva fantasilandia abierta al neoliberalismo. Hay pocas dudas de que los nuevos amos occidentales no tratarán de resucitar una versión más amistosa de la corrupta, rapaz, Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) de Iraq, convirtiendo a Libia en un sueño neoliberal de la línea dura de una propiedad total de los recursos libios, una repatriación total de beneficios, corporaciones occidentales con la misma posición legal que las firmas locales, bancos extranjeros que compran los bancos locales, y muy bajos impuestos a la renta y a las corporaciones.
Mientras tanto, la profunda fractura entre el centro (Trípoli) y la periferia por el control de los recursos energéticos se inflamará. BP, Total, Exxon, todos los gigantes petroleros occidentales serán recompensados con gratitud por el consejo de transición, en detrimento de las compañías chinas, rusas o indias. Las tropas de la OTAN en el terreno ayudarán ciertamente a mantener disciplinado y alineado al Consejo.
Los ejecutivos petroleros estiman que se tardará por lo menos un año hasta que la producción de petróleo vuelva a los niveles anteriores a la guerra civil de 1,6 millones de barriles por día, pero dicen que los beneficios anuales del petróleo podrían proveer a los nuevos gobernantes en Trípoli unos 50.000 millones de dólares al año. La mayoría de los cálculos indican reservas de petróleo de 46.400 millones de barriles, un 3% de las reservas mundiales y con un valor de unos 3,9 billones de dólares al precio actual del petróleo. Las reservas de gas conocidas son de unos 5 billones de pies cúbicos.
Por lo tanto R2P termina ganando. El imperialismo humanitario gana. Las monarquías árabes ganan. La OTAN como gendarme global gana. El Pentágono gana. Pero incluso eso no es suficiente para los habituales sospechosos imperiales, que ya llaman a desplegar una “fuerza de estabilización”. Y todo esto mientras los progresistas perdidos en la trama en una variedad de latitudes siguen saludando la Santa Alianza del neocolonialismo occidental, de las monarquías árabes ultra reaccionarias y de salafistas de la línea dura.
Fuente: Agencias de noticias
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